Las bodas lujuriosas en el
Caribe entre indígenas dejaban atónitos a los españoles. Un cronista de la
época de Colón, Fernández de Oviedo, cuenta su obra Historia General de las
Indias como era una de aquellas bodas: “Cuando se casan los indios, el día del
festejo, la novia copula con todos los hombres que asisten al evento y que
vienen por la parte del novio. Si el novio que se casa es un Cacique, entonces
montan a la novia todos los demás Caciques asistentes. Si es un hombre
importante, la fornican todos los demás hombres importantes. Y si es un plebeyo
el novio, la novia es trajinada por todos los plebeyos. Y cuando han acabado de
trajinarla todos, la novia aparece de pie, con el brazo en alto, agitando el
puño, y gritando ¡manicato, manicato!, que significa ¡fuerza, fuerza!, loándose
de lo valerosa que ella es y que vale mucho”.
O sea, todo lo contrario de
lo que se estilaba en España, donde se suponía que la novia llegaría virgen al
lecho nupcial. Allí, en el Caribe, no sólo es que todos se pasaban por la
piedra a la novia, es que ya llegaba al evento muy pasada. Porque entre otras
cosas, las mujeres indígenas no eran más que propiedad de los varones,
trabajando para ellos, teniendo hijos o satisfaciendo su lujuria. Incluso eran
piezas en los intercambios comerciales, eso cuando no eran directamente
esclavas.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que si se trataba de un Cacique, este podía tener hasta veinte mujeres. Es decir, que había bodas de Cacique con cierta frecuencia y el resto de Caciques acudían a holgar cada vez.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que si se trataba de un Cacique, este podía tener hasta veinte mujeres. Es decir, que había bodas de Cacique con cierta frecuencia y el resto de Caciques acudían a holgar cada vez.
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