Veamos como había orgía y
vicio en la corte del Cacique Boechio. El hermano de Colón, Bartolomé, que era
Adelantado de las Indias y Gobernador en ausencia de su hermano el Almirante,
después de haber fundado la ciudad de Santo Domingo, decide entablar relaciones
con Bohechio, el Cacique de Xaragua, una de las regiones de la isla de La
Española. Las mujeres taínas de esa región tenían fama de ser las más guapas y
con rasgos menos “indios”.
Con Bohechio estaba su
hermana, la cacica Anacaona, de extraordinaria belleza. Cuando Bohechio supo que los españoles se dirigían a su territorio,
organizó a miles de hombres con fines militares de ataque, pero los
parlamentarios enviados por Bartolomé Colón les explicaron que no venían en son
de guerra sino sólo en visita de amistad.
Así que Bohechio organizó
un recibimiento a lo grande. Cuando llegó Bartolomé Colón al lugar, le salieron
a recibir bailando las treinta mujeres del cacique Bohechio. Iban desnudas
salvo una faldas que llevaban amarradas a la cintura, como mandaban los cánones
entre los taínos (las demás mujeres iban desnudas completamente salvo las que
ya pertenecían a algún indio que llevaban un pequeño taparrabos sobre sus
partes intimas).
Por lo visto, aparte de
comidas y danzas, la visita de Bartolomé Colón fue una especie de orgía para
los españoles. Uno de los cronistas de la época, Fernández de Oviedo relata que
Anacona era una mujer lujuriosa con los españoles, que no se recataba en
entregarse a ellos, no siéndolo tanto con los indios. Y lo mismo pasaba con el
resto de mujeres. (Los hombres indígenas tenían siempre a disposición suya a
las mujeres desnudas y fornicaban pero sin auténtico deseo erótico por ellas).
Aparte de esto, Fernández
de Oviedo habla de las costumbres del Cacique Bohechio, al que pinta como un sátiro
vicioso y disoluto: “El cacique Bohechio tenía a sus treinta mujeres no sólo
para el ayuntamiento que suelen tener los casados con sus esposas sino para
otros bestiales y nefandos pecados”.
Cabe suponer que el
cacique, que había vivido toda su vida rodeado de mujeres desnudas a su
disposición, recurría a todas las actividades y posturas del Kamasutra con
vistas a estimularse y no parecía importarle que mientras holgaba le
contemplara el cronista Fernández de Oviedo.
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