La
promiscuidad en la que vivían los indígenas a la llegada de Colón es propio de
los grupos humanos que desconocen el mecanismo de la paternidad. Cuando el
hombre se hizo agricultor y ganadero comenzó a tener animales domesticados en
los corrales y pronto se dio cuenta de que si los machos no copulaban con las
hembras, estas no tenían descendencia. Ello les hizo ver que el macho inyectaba
en la mujer lo que era necesario para que quedara embarazada.
En
la tribus primitivas, las mujeres copulaban con muchos hombres de la tribu pero
no asociaban esa actividad con el embarazo. Pensaban que la mujer quedaba
embarazada por la acción de los espíritus. Ello conducía a que sólo se
reconociera la línea genética materna. Los nacidos tenían madre pero no padre
conocido.
Por
eso, los indígenas del Caribe al llegar Colón transmitían las castas y
herencias vía materna. A un Cacique, por ejemplo, le sucedía el hijo de su
hermana, no ninguno de los hijos que tuviera con otras mujeres. Los Caciques
solían tener entre veinte y treinta mujeres a su disposición y tenían numerosos
hijos con ellas. Pero eran los hijos de su hermana los que aseguraban la
herencia de sangre.
El
mecanismo real por el cual se producía el embarazo no se supo hasta finales del
siglo XIX: fue cuando se supo que el espermatozoide fecundaba el óvulo femenino. Hasta entonces se
pensaba que el hombre eyaculaba hombrecitos en miniatura que después crecían
dentro del vientre de la mujer. Incluso se pensaba también que el espíritu
fecundador penetraba en la mujer durante la cópula.
Cuando
los grupos humanos tuvieron conciencia de que el hombre era el que fecundaba de
algún modo a la mujer, los hijos pasaron a ser propiedad del padre y la
organización humana cambió radicalmente, dando lugar al patriarcado. Esa fase
no se había alcanzado entre los indígenas del caribe que vivían prácticamente
en la edad de piedra y no muy avanzada.
Pero
el que entre los indígenas del Caribe se practicase una especie de matriarcado,
donde sólo las madres eran conocidas y no los padres, no daba a la mujer poder
en general salvo algunas hermanas de Caciques. La mujer era propiedad de los
hombres, para trabajar, para cocinar y para fornicar. Y cada hombre podía arramplar con
tantas como le permitiera su posición social.
Basta
ver que en las ceremonias de unión de hombre con mujer, la novia era poseída
por todos los amigos del novio. Y ellas aceptaban eso como algo natural. En
realidad, esa promiscuidad, facilita el mecanismo de la evolución. Si una mujer
copula con varios hombres se forma seguida, el semen de esos hombres se mezcla
y el espermatozoide más capaz de todos ellos (de los de entre varios hombres)
será el que fecunde. La monogamia conduce a que sólo el más capaz de un solo hombre
sea el fecundador. La selección es menor.
Si
la práctica de la ganadería fue fundamental para comprender que la reproducción
necesitaba de la copula entre machos y hembras, también fue importante para
erradicar las prácticas de canibalismo. Las tribus que no disponían de corral
de ganado recurrían a devorar a seres humanos de otras tribus. Las tribus más
belicosas u organizadas militarmente tenían a las tribus sometidas como si
fueran rebaños proporcionadores de carne. Los Aztecas fueron un ejemplo sumo de
un imperio caníbal organizado a gran escala.
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